No descuide los dones

La profecía aún da poder. Despierte el don que hay en usted y proclame la verdad de Dios con valentía.

No tenía un trasfondo pentecostal, pero el don de profecía cambió mi vida.

Recién comenzaba a asistir a la iglesia en mi comunidad cuando se llevó a cabo una conferencia de adoración para mujeres de un día con [los hermanos] David y Rita Baroni. [Recuerdo] que al finalizar el servicio, se hizo un llamado al altar y nuestro pastor principal comenzó a imponer manos y a orar por cada persona. Recuerdo que mientras oraba hablaba palabras de revelación divina. No eran sus propias palabras; ¡era Dios hablando por medio de él a la persona por quien oraba!

A menudo, como pentecostales, no le damos mucha importancia a este don. Pero allí, en esa conferencia, estaba una pentecostal recién convertida, viendo como Dios le hablaba a mi pastor acerca de Su rebaño. La evidencia de esta relación entre el Espíritu Santo y el pueblo de Dios me tocó mientras estaba de arrodillas en el altar.

Seguido, el pastor se acercó hacia donde yo estaba, pero no dijo mucho; solo se comenzó a reír y me dijo: “No tengo mucho que decirte; solo que Dios está complacido contigo”. Luego se retiró, pero continuó riéndose, entonces me comencé a reír… casi de manera incontrolable. Me sobrecogió un gozo apacible acompañado de una revelación que me mostraba que el Dios de la creación se deleitaba en mí. Fue en ese momento que probablemente tuve mi primer encuentro pentecostal cuando fui “llena del Espíritu”. Nunca había experimentado algo semejante —“caer al suelo” por el Espíritu—, pero sin duda, es algo que jamás olvidaré.

Siete años más tarde, aquí sigo aprendiendo cómo crecer en este don profético —la recepción de la palabra profética junto con su interpretación, discernimiento y entrega de la palabra. De alguna manera, el Rey de gloria me dio este don para fortalecer y edificar a aquellos que me rodean. Él ha puesto personas en mi vida que me han ayudado a crecer y a nutrir este don. Soy nueva en el llamado de Dios, así que me siento identificada con la “lucha” que acompaña a este don profético. Tal vez usted también posee este don y compartimos pensamientos como estos: “¿Vino eso realmente de Dios?”. O, “¿fue eso lo que Dios dijo realmente?”. La frase “el diablo no tiene trucos nuevos” nunca podría ser más acertada porque siempre ha intentado robar la Palabra de Dios desde el principio de los tiempos, y sigue haciéndolo. Desde la primera página de la Palabra de Dios hasta la última, vemos la importancia de la profecía y por qué sigue siendo vital para el crecimiento de la iglesia hoy en día.

El apóstol Pablo animó a Timoteo, su hijo espiritual y colaborador, a ser firme en la enseñanza de la verdad del evangelio por encima de su edad y experiencia. Pablo le dijo: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio” (1 Timoteo 4:14, énfasis añadido).

Más adelante, mientras Pablo se encontraba preso esperando una muerte inminente, le escribió la última carta a Timoteo, diciendo, “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:6, 7, énfasis añadido). En la versión BLPH dice: “Por eso, te recuerdo el deber de reavivar el don que Dios te otorgó cuando impuse mis manos sobre ti” (v. 6).

Pablo animó a Timoteo, al inicio de su ministerio, a no descuidar el don que había recibido a través de la profecía. Esta palabra profética quizás le fue dada durante su servicio especial de ordenación ministerial, o le fue dada para aferrarse cuando le llegaran los tiempos difíciles. También pudo haber sido una palabra de esperanza y aliento que lo ayudara a permanecer firme aun cuando hubiese falsos profetas en medio de la congregación. Pudo haber sido una palabra de parte de Dios alentándolo a permanecer en el camino a pesar de su edad o experiencia. Sin duda, esa palabra profética lo ayudó a mantenerse firme, aun después de que su padre espiritual fuera ejecutado por compartir el mismo “mensaje” que él predicaba. Pablo, en sus palabras finales, le recordó a Timoteo que avivara el don de Dios en su vida para que el fuego no se apagara. El don de profecía le impartió vida al ministerio de la iglesia primitiva.

En carta a la iglesia de Corinto, una congregación nueva y celosa pero espiritualmente inmadura, Pablo les habló sobre la profecía y el orden bíblico, diciendo, “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis” (1 Corintios 14:1, énfasis añadido).

Estas palabras aplican a la iglesia actual. Tal vez, usted como yo, se identifica con Timoteo, y está experimentando un fuego que arde en sus huesos y siente la urgencia de proclamar lo que Dios está diciendo. Sin duda, hay un remanente que quiere escuchar y recibir el mensaje. Por nada pretendo saberlo todo, pero quizá mi experiencia le imparta valor para que pueda liberar el mensaje del Señor a su comunidad.

Si pudiera haberme dado algunos consejos hace varios años con respecto a avivar el don de profecía, sería algo como estos:

  1. Recuerda la promesa de Juan 10:27 que dice que eres una oveja [del rebaño] de Dios, y oyes su voz.
  2. Dedica tiempo en la presencia de Dios. No puedes oírlo si no dedicas el tiempo.
  3. Cuando recibas una palabra profética, pide confirmación.
  4. Pregúntale a Dios cuándo debes comunicar esa palabra profética.
  5. Dios no siempre habla a través del viento, el terremoto o el fuego. Debes estar atento siempre para escuchar los susurros de Dios.

A medida que nos vamos desarrollando en el ministerio, [sin duda], nos “vamos a equivocar” en algún momento, pero Dios lo sabe y nos ha concedido Su gracia. No deje que el temor a “no hacerlo bien” le impida animar y edificar al cuerpo. Como Pablo le dijera a Timoteo, Dios no nos ha dado un espíritu de temor o cobardía, sino de poder, amor y dominio propio. Una sola palabra puede cambiar las cosas cuando viene de Dios. Yo soy un ejemplo vivo de ello. Fue la palabra profética que despertó al valle de huesos secos en Ezequiel 37. Fue la profecía y los dones del Espíritu los que me sacaron de una religión superficial a una verdadera relación con el Padre.

Ciertamente, la profecía sigue vigente para estos tiempos y los venideros. Una palabra de parte del Señor puede revivir a un ejército y despertar a una nación. No descuide el don que Dios ha depositado en su vida.

– Allyson Lehman | Clinton, Carolina del Norte

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