Quiénes somos
Reconciliando al mundo con Cristo por medio del poder del Espíritu Santo.
Quién es la
Iglesia de Dios de la Profecía
La Iglesia de Dios de la Profecía es un vibrante movimiento cristiano fundamentado en las Escrituras, firme en la fe y decidido en su pasión por las personas. Somos un cuerpo mundial de creyentes, unidos en la adoración, que trabajan hombro a hombro para compartir el amor de Dios y un mensaje de esperanza para los quebrantados de corazón.
El impacto de la Iglesia de Dios de la Profecía es de gran alcance. Se calcula que cada 24 horas en todo el mundo, 300 personas reciben la salvación, casi 100 personas son bautizadas en agua y más de 14,000 lugares de predicación declaran activamente el evangelio. Al menos una nueva iglesia abre sus puertas cada día para tocar a una comunidad local gracias a los esfuerzos de este movimiento.
La Iglesia es étnica y culturalmente diversa, y el 90% de sus miembros reside fuera de Norteamérica. En la actualidad, la Iglesia está ministrando en 133 países, y más de 1,400 personas que se hacen miembros cada mes. Se calcula que 14,000 hombres y mujeres actualmente son ministros licenciados que comparten el evangelio en esfuerzos pastorales y evangelísticos.
Nuestra visión
Reconciliar al mundo con Cristo por medio del poder del Espíritu Santo.
Nuestra misión
La Iglesia de Dios de la Profecía será un movimiento que exalte a Cristo, procure la santidad, esté lleno del Espíritu, esté abierto a todas las naciones, sea hacedor de discípulos, sea establecedor de iglesias, y sienta gran pasión por la unión cristiana.
Componentes de la misión
Que exalta a Cristo – Que Jesucristo se vea reflejado en todo lo que hagamos. Él es la Cabeza del Cuerpo y por lo tanto debe tener la preeminencia en todo. Afirmamos nuestro deseo de que Cristo sea visto más perfectamente a través de esta familia ministerial.
Gente que procura la santidad – Esta iglesia formó parte del “movimiento de la santidad” antes de ser pentecostal. Nacimos del arrollador avivamiento de las reuniones campestres de santidad de Norteamérica. El llamado a la santidad está profundamente arraigado en nuestras raíces y es un componente de nuestro destino. Renovamos nuestra entrega a la gracia de Dios y a Su sangre purificadora, para que seamos como Él.
Lleno del Espíritu – La promesa profética de Dios de que “en los últimos días derramará Su Espíritu sobre toda la tierra” ha sido y sigue siendo una parte central del ADN de esta familia mundial —la Iglesia de Dios de la Profecía. Declaramos nuestra dependencia plena en el Espíritu Santo que nos ha sido dado para dirigir y empoderar a la Iglesia.
Abierto a todas las naciones – Por designio de Dios, este ministerio internacional se ha aferrado, desde sus primeros días, al ideal de que la iglesia de Dios estaría compuesta por toda “tribu, lengua, pueblo y nación”. Hemos intentado, en la medida de nuestras limitadas posibilidades, modelar esta iglesia siguiendo esas líneas, incluso antes de que ser multicultural fuera aceptable. Celebramos la diversidad en todos los niveles de liderazgo de este cuerpo internacional y nos comprometemos a continuar tan rica herencia.
Hacedor de discípulos – Por más de un siglo de ministerio, esta red familiar se ha comprometido con el mandato bíblico de hacer discípulos de acuerdo con la Gran Comisión. Entendemos que la fuerza de hacer discípulos determinará nuestra fuerza en la evangelización.
Establecedor de iglesias – Las iglesias sanas que plantan nuevas iglesias contribuyen en gran medida a la difusión del evangelio en todo el mundo. Este ministerio ha reflejado este ideal de forma coherente en la práctica a lo largo de toda su existencia. Nuestro objetivo es multiplicar nuestros esfuerzos para invertir en la plantación de iglesias en todos los lugares donde encontremos una oportunidad.
Unión cristiana – Nuestros antepasados creían que podía haber una unidad mayor que los credos religiosos de la época, que Dios utilizaría para glorificar Su nombre en la tierra. Nos proponemos cooperar con todos los que exaltan el nombre de Cristo y Su gran evangelio.
Nuestros valores centrales
Nuestra misión fluye directamente de nuestros valores centrales y los afirma en sus llamados. Los valores centrales de la Iglesia de Dios de la Profecía son:
La oración
La oración es el primero de los cinco valores centrales de la Iglesia de Dios de la Profecía. La oración lo toca todo, informa todas las actividades, empodera todo el ministerio y el servicio y permea la obra de principio a fin.
Jesús dijo: “Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada” (Mateo 21:13). Jesús no da ninguna otra descripción sobre Su casa en ninguna parte. No habla de cortinas ni de muebles ni de instrumentos musicales. El Antiguo Testamento contiene mucha información acerca del aspecto que debían tener el tabernáculo y el templo. Además, describe con gran detalle las actividades que debían tener lugar en esos lugares de adoración. Aquí, Jesús pinta un cuadro para que la iglesia, aún no nacida, vea cómo va a ser Su casa.
La cosecha
En 1994, el Espíritu Santo instruyó claramente a la Iglesia de Dios de la Profecía a “tornarse a la cosecha”. Este fue un momento crítico para nuestro movimiento. Dios nos había hablado y Su llamado nos dirigiría. Las reformas que la Iglesia de Dios de la Profecía ha experimentado desde entonces han solidificado nuestra determinación de permanecer alineados con la prioridad de la cosecha de Dios. Uno de los resultados ha sido el crecimiento del ministerio a nivel mundial. Al presente, la membresía es cuatro veces mayor que la de 1994. Hoy en día, el liderazgo de la Iglesia de Dios de la Profecía mantiene el llamado de la Cosecha de Dios como un valor central y un mandato fundamental. No ha sido rescindido ni tampoco se ha cumplido por completo. Tampoco podrá serlo hasta que todos hayan escuchado.
El desarrollo de liderazgo
El desarrollo del liderazgo es el tercer valor central. La Iglesia de Dios de la Profecía ha invertido considerables recursos en la creación de sistemas que cultiven una cultura de excelencia y produzcan líderes competentes y capacitados. Como resultado, le ha sido posible a la Iglesia generar resultados estables y reproducibles en sus programas de formación de líderes e incorporar la responsabilidad en dichos programas. La Iglesia también ha fortalecido de manera significativa y mensurable la colaboración y la conexión entre los líderes ministeriales.
La mayordomía bíblica
El cuarto valor central de la Iglesia de Dios de la Profecía es la mayordomía bíblica. La Iglesia afirma que todo le pertenece a Dios. Aunque Él ha confiado misericordiosamente al ser humano el cuidado, el desarrollo y la utilización de Sus recursos, los cristianos son responsables de administrar bien Sus posesiones y de hacerlo de acuerdo con Sus deseos y propósitos. La Iglesia reconoce y anima a sus miembros a reconocer que son administradores de los recursos, las capacidades y las oportunidades que Dios les ha confiado, y un día, cada uno será llamado a dar cuenta de cómo se administró lo que el Maestro nos dio. Por lo tanto, es con sumo gozo que la Iglesia trabaja mano a mano con Dios, utilizando lo que Él ha provisto, para Su gloria y honor.
El servicio
El quinto valor central de la Iglesia de Dios de la Profecía es el servicio. Jesús sirvió. Él llama a Sus seguidores a servir. Los líderes, las iglesias y los miembros de la Iglesia de Dios de la Profecía sirven a sus comunidades de muchas maneras alrededor del mundo. Sirven a través de eventos comunitarios, a menudo asociándose con organizaciones de caridad para ayudar a los necesitados. También llevan a cabo campañas de limpieza, ayuda de emergencia cuando ocurre un desastre, ligas deportivas juveniles, programas extraescolares, cuidado de ancianos, bancos de alimentos, a la vez que enseñan, predican, efectúan donaciones, cocinan, limpian, ayudan, proveen transportación… Existen tantas maneras de servir como congregaciones de la Iglesia de Dios de la Profecía. Nuestra gente sirve.
Nuestra relación de pacto
La membresía en la Iglesia de Dios de la Profecía está abierta a cualquier persona que sea un cristiano nacido de nuevo.
Tradicionalmente, se reciben a los candidatos para la membresía en la Iglesia a través de una ceremonia especial en la que se les pregunta:
“¿Promete usted sinceramente en la presencia de Dios y estos testigos que acepta esta Biblia como la Palabra de Dios, creer y practicar sus enseñanzas correctamente divididas —el Nuevo Testamento como su regla de fe y práctica, gobierno y disciplina, y andar en la luz a su mejor conocimiento y habilidad?”
Aquellos que deseen unirse simplemente contestan, “Lo prometo”.
Declaración de fe
Creemos en la Santísima Trinidad, un solo Dios que existe eternamente en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Creemos en un solo Dios Padre, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creemos en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, eternamente engendrado por el Padre. Todo fue creado por medio de Él y para Él. Él es Dios verdadero y hombre verdadero. Fue concebido por el poder del Espíritu Santo, y nació de la virgen María. Padeció, murió y fue sepultado, y al tercer día resucitó de entre los muertos. Ascendió a la diestra del Padre, y volverá para juzgar a los vivos y a los muertos. Su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo, el Señor y Dador de la vida, quien procede eternamente del Padre. Él es Maestro, Consolador, Ayudador y Dador de los dones espirituales. Por medio de Él se aplica la obra salvífica y santificadora de Jesucristo a la vida del creyente. Él es la empoderadora presencia de Dios en la vida del cristiano y de la Iglesia. El Padre ha enviado a Su Hijo a bautizar con el Espíritu Santo. Hablar en lenguas y llevar el fruto del Espíritu son las señales neotestamentarias del ser llenos del Espíritu Santo.
Creemos que la salvación es por gracia por medio de la fe en la muerte expiatoria de Jesucristo en la cruz. Él murió en lugar nuestro. Los pecados del creyente son perdonados por el derramamiento de la sangre de Jesucristo. Creemos que hay sanidad para la mente, el cuerpo, el alma y el espíritu del creyente por medio de la sangre de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo. Creemos en un solo bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Creemos que la gracia de Dios trae perdón y reconciliación a los que se arrepienten, además de la santificación, la cual los capacita para vivir a la manera de Cristo. La santificación es tanto una obra definitiva de la gracia como un proceso de transformación constante en el creyente efectuada por la sangre de Jesucristo, la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo.
Creemos en una Iglesia santa y universal, que se compone de todos los verdaderos creyentes en Jesucristo, la cual ofrece confraternidad y llamamiento al servicio para los hombres y las mujeres de todas las razas, naciones, culturas y lenguas. Creemos en la unidad espiritual y visible de la Iglesia.
Creemos que la Biblia —que consiste del Antiguo y el Nuevo Testamento— es la Palabra inspirada de Dios. La Biblia revela el carácter y la voluntad de Dios para la humanidad; y es suficiente para instruir en la salvación y la vida cristiana diaria. La Biblia es la regla de fe y conducta del cristiano.
Creemos que Dios reconciliará, en Cristo, todas las cosas en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde mora la justicia.