Discipulado: Un compromiso hacia nuestra transformación

Jesús conoce a Sus discípulos | Parte 2

Nuestro objetivo en esta segunda parte se centrará en enfatizar el conocimiento que tiene Jesús de aquellos a quienes llama. Pero antes de proseguir, es importante recordar que el discipulado tal y como lo ejemplificó Jesús no es un acontecimiento momentáneo, sino un compromiso de toda la vida.

Según el Evangelio de Juan, Andrés y otro discípulo fueron los primeros en seguir a Jesús luego de escuchar a Juan el Bautista decir: “¡He aquí el Cordero de Dios!” (Juan 1:36). Juan el Bautista entendió que su misión era anunciar que Jesús era el Cordero de Dios y a Él se debía seguir. La declaración de Juan fue suficiente para que estos dos hombres decidieran dejarlo a Él y comenzaran a seguir a Jesús (Juan 1:37, 40).

Mientras Jesús caminaba, de repente vio que dos hombres lo seguían:

“Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima” (Juan 1:38, 39).

Este pasaje contiene cinco verbos destacados y un título que muestran la intencionalidad, la seriedad y el compromiso del discipulado transformador: seguir, ver, buscar, Rabí, ven y ve, y quedar.

El verbo seguir, akoluthein, está “estrictamente limitado al discipulado de Cristo”. En este acto de seguir, “el discípulo deja todo para seguir a Jesús (Marcos 10:28)”. [Esta decisión de] seguir a Jesús implica que se rompen todos los demás lazos. De hecho, el vínculo con Jesús va por encima de los lazos familiares (Mateo 8:22; Lucas 9:61). “El uso exclusivo de akoluthein en el Nuevo Testamento estriba en el hecho de que para los creyentes primitivos había un solo discipulado y, por lo tanto, un solo seguimiento, esto es, la relación con Jesús. La exigencia de Jesús cuando nos llama a seguirlo es una exigencia mesiánica”.1

Akoluthein (seguir) significa participar en la salvación que ofrece Jesús. Este seguir es una decisión de no mirar atrás después de poner la mano en el arado. El que mira hacia atrás no es apto para el reino de los cielos (Lucas 9:61, 62). Este seguimiento también implica “participar en el destino de Jesús”. En Mateo 8:19, 20, Jesús respondió a aquel que dijo que lo seguiría: “—Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos… pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (NVI). Participar en el destino de Jesús significa negarse a uno mismo, tomar la cruz y seguirlo (Marcos 8:34). Seguir a Jesús es “una participación en la vida y sufrimiento del Mesías que solo ocurre en la comunión de Su salvación”.2

Seguir a Jesús no es una cuestión emocional o momentánea. Seguir a Jesús es un compromiso de por vida en el cual tomamos la decisión de entregarle todo a Él.

El siguiente término que vamos a examinar es el verbo “ver”. Juan 1:38 dice que cuando Jesús se dio cuenta de que los dos discípulos lo seguían, volviéndose los miró. Este verbo (theáomai) “describe una visión asombrada o atenta, mirar, contemplar”. Destaca el hecho de que Jesús se detuvo para prestarle atención a estos dos hombres que lo seguían. [El diccionario Merriam- Webster] lo define como “fijar la mirada de forma intensa, a menudo con entusiasmo o atención directa”.4 Jesús se detuvo para estudiar a estos dos hombres. Muchas personas no pueden mirar a otra directamente a los ojos, especialmente aquellas que tienen algo que ocultar. La capacidad para mantener el contacto visual dice mucho de su convicción. Aconsejo a las personas a mantener contacto visual con aquellos que están en autoridad. Esa mirada directa es indicativa de que usted no tiene nada que ocultar. Así es Jesús; nos mira directamente a los ojos. No olvidemos que los ojos de Jesús son penetrantes e inquisitivos. No hay nada oculto, encubierto o secreto para Él. Jesús nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos.

Después de mirarlos de forma inquisitiva, Jesús les preguntó a los dos: “¿Qué buscáis?”.

[Observe], Jesús no les preguntó: “¿A quién buscáis?”, sino “¿Qué buscáis?” o “¿Qué estáis buscando?” Esta pregunta tiene que ver con nuestros planes personales –nuestros intereses– al seguir a Jesús. Pero a Jesús le interesa saber si le seguimos por beneficio personal o por amor y obediencia. Le interesa saber si buscamos al dador de cosas buenas o al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Pedro mismo estaba interesado en saber cuál era el beneficio que él [y los demás discípulos] obtendría al seguir a Jesús. “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?”, dijo Pedro. Respondiendo Jesús le prometió que se sentarían sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel, y recibirían cien veces más de todo lo que habían dejado atrás y heredarían la vida eterna (Mateo 19:27-29). Marcos añade al enunciado cien veces más la frase “con persecuciones” (Marcos 10:30). A Jesús le interesa saber por qué le seguimos. En la actualidad, muchos siguen a Jesús por ganancia personal, posiciones y poder. El discipulado requiere que el discípulo renuncie a todo por amor a Jesús. No tiene nada que ver con qué podemos recibir, sino qué podemos dar. Jesús quiere saber cuán comprometidos estamos con el discipulado.

Veamos ahora la forma en que Andrés se dirigió a Jesús y la pregunta que le hizo sobre Su hogar: “Rabí, ¿dónde moras?” Esta es la primera vez que a Jesús se le llama “Rabí” en el Evangelio de Juan. Llamar a alguien “rabí” era una señal de respeto y obediencia. Esto demostraba el poder y la autoridad de Jesús como maestro. Había una diferencia entre Jesús y los rabinos de Su época. Eduard Lohse dice, “La autoridad con la que Jesús enseñó significa que la formación de Sus discípulos no estaba orientada a que se convirtieran en rabinos independientes. Ellos seguirían siendo discípulos, y Él seguiría siendo su Maestro. Se les prohibió expresamente llamarse rabinos (Mateo 23:8)”. En otras palabras, el discipulado no es cuestión de unos pocos años de estudio y graduarse, sino una relación para toda la vida. No importa el tiempo que tengamos, seguimos siendo discípulos, y Jesús sigue siendo nuestro Maestro.

La pregunta “¿Dónde moras?” es importante porque denota un interés en seguir a Jesús. El verbo “morar” (meneis) significa, entre otras cosas, “permanecer en un lugar”, “esperar”, “estar en la casa”, “pasar la noche”. La pregunta de los discípulos infiere que tenían la intención de quedarse con el Señor. Esto significa que el discipulado requiere un compromiso de permanecer con Jesús; es permanecer con Él y seguirle, tal como lo dijo en la enseñanza sobre la vid verdadera en Juan 15. Este [pasaje] subraya la importancia de permanecer en Él. En los versículos 4 al 10, Jesús repite el verbo “permanece” en sus distintas variaciones diez veces. Así que, el discipulado transformador es posible cuando permanecemos, nos movemos y nos quedamos con Jesús.

Jesús les respondió a los discípulos, diciendo, “venid y ved”. Puesto que ellos habían tomado la decisión de quedarse con Jesús, entonces Él les mostró dónde moraba. La invitación “venid y ved” se repite varias veces a lo largo del Evangelio de Juan. Esta es una invitación a seguir, conocer y comprometerse con el discipulado de Jesús. Juan dice: “Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. (1:39). El verbo meneis (morar) que Andrés utilizó para preguntarle a Jesús dónde se quedaría es el mismo que se utiliza para enfatizar que los discípulos “se quedaron” con Jesús. [El texto] hace hincapié en la importancia de “permanecer” para que ocurra un discipulado transformador. Para aquellos dos discípulos, la decisión estaba tomada y no había vuelta atrás. Ese es el verdadero discipulado. Nos movemos con Jesús y permanecemos con Él.

Como podemos ver, Jesús conoce a todos a quienes llama; por Su escrutinio pasó Andrés y el otro discípulo. Asimismo, cuando Andrés le llevó a su hermano Pedro, Él también lo miró (emblepo) y lo llamó Cefas, que en arameo significa roca o piedra (equivalente a Pedro en griego). Es decir, Jesús vio a Pedro tal como era, pero también vio en él el potencial que tenía como resultado de vivir una vida de continuo discipulado con Jesús.

Juan continúa diciendo que Jesús halló a Felipe, lo llamó y le dijo: “Sígueme” (1:43). Tal vez haya escuchado hablar sobre la palabra “eureka”, que hace referencia al descubrimiento que hizo [el matemático griego] Arquímedes sobre el principio de flotación en la bañera. El término eureka significa “lo he encontrado después de buscar”. Esto nos da a entender que Jesús intencionadamente buscó y encontró a Felipe. Felipe, a su vez, buscó a Natanael, quien dudaba de que algo bueno saliera de Nazaret. Felipe repitió a Natanael lo mismo que Jesús le dijo a Andrés: “Ven y ve” (v. 46).

Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, dijo: “he aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (v. 47). Natanael se sorprendió al escuchar dicha afirmación, y le preguntó a Jesús de dónde lo conocía. Seguramente la respuesta de Jesús lo dejó atónito: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (v. 48). El verbo eidon, traducido aquí como “ver”, está conectado con el verbo “conocer”. Jesús le dio a entender a Natanael que ya lo conocía. Jesús conocía su integridad, su carácter y su honestidad, a diferencia de su antepasado Jacob, quien era un engañador, Jesús dijo que “no había engaño en él”. Esta afirmación impulsó a Natanael a hacer una de las confesiones cristológicas más completas sobre Jesús. Primero, lo llamó Rabí, reconociendo Su autoridad como maestro. Luego dijo: “Tú eres el Hijo de Dios”, reconociendo Su relación con Dios y Su deidad. Acto seguido, dijo: “Tú eres el Rey de Israel”, reconociéndolo como la raíz del árbol de Isaí, el heredero del trono de Israel.

[La Escritura] muestra otros casos en los que Jesús revela Su conocimiento de las personas. Juan 2:23- 25 dice que después de la fiesta de la pascua en Jerusalén, “…muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio… pues él sabía lo que había en el hombre”. Al final del capítulo 6, tras el gran éxodo de discípulos, Jesús le preguntó a los Doce si ellos también querían marcharse. Juan escribe:

Simon Peter answered him, “Lord, to whom shall we go? You have the words of eternal life. We have come to believe and to know that you are the Holy One of God.” Then Jesus replied, “Have I not chosen you, the Twelve? Yet one of you is a devil!” (He meant Judas, the son of Simon Iscariot, though one of the Twelve, was later going to betray him). (John 6:68–70 NIV)

Así que no hay duda de que Jesús nos conoce íntimamente. Nos conoce por nombre, pero más importante, conoce nuestros corazones. No hay nada que podamos ocultarle; conoce si somos engañadores o no. Conoce si tenemos un Judas dentro de nosotros, dispuesto a venderlo y traicionarlo por dinero. Para ser transformados a la semejanza de Jesús, tenemos que estar dispuestos a pasar la prueba ante Sus ojos. Siempre me pregunto qué ve Jesús en mí cuando Sus ojos me examinan. ¡Hágase la misma pregunta!

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[1] Gerhard Kittel, “Ἀκολουθέω, Ἐξ-, Ἐπ-, Παρ-, Συνακολουθέω,” in Theological Dictionary of the New Testament, ed. Gerhard Kittel, Geoffrey W. Bromiley, y Gerhard Friedrich (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1964), 213–215.

[2] Kittel, “Ἀκολουθέω, Ἐξ-, Ἐπ-, Παρ-, Συνακολουθέω,” en Theological Dictionary of the New Testament, 213–215.

[3] Wilhelm Michaelis, “Ὁράω, Εἶδον, Βλέπω, Ὀπτάνομαι, Θεάομαι, Θεωρέω, Ἀόρατος, Ὁρατός, Ὅρασις, Ὅραμα, Ὀπτασία, Αὐτόπτης, Ἐπόπτης, Ἐποπτεύω, Ὀφθαλμός,” en Theological Dictionary of the New Testament, 345.

[4] Merriam-Webster Dictionary, s.v. “gaze,” https://www.merriam-webster.com/dictionary/gaze.

[5] Eduard Lohse, “Ῥαββί, Ῥαββουνί,” en Theological Dictionary of the New Testament, 964.

[6] Lohse, “Ῥαββί, Ῥαββουνί,” en Theological Dictionary of the New Testament, 964.

[7] Herbert Preisker, “Εὑρίσκω,” en Theological Dictionary of the New Testament, 769.

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