Amar al prójimo: Un plan para las misiones locales

El imperativo de amar a nuestro prójimo se encuentra en múltiples pasajes de las Escrituras, sobre todo en Mateo 22:39: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El obstáculo principal no es la falta de motivación, sino la falta de herramientas para materializar nuestros conceptos. Considere este enfoque: busque asociarse con creyentes en su comunidad que participen activamente en la misión de Dios. Dice un viejo axioma: “No hay límite para la cantidad de bien que puede hacer [una persona] si no le importa quién se lleva el crédito”.

Históricamente, nuestro movimiento se ha compuesto por pequeñas iglesias locales, que a menudo operan en comunidades donde existe una mega iglesia. La realidad es que nosotros simplemente no contamos con el personal ni los recursos necesarios para competir eficazmente con la amplitud de programas que ellos ofrecen. Pero nuestro propósito es unificar nuestros esfuerzos y trabajar junto a nuestros hermanos y hermanas, en lugar de competir contra ellos. Entonces, amar a nuestros vecinos puede comenzar amando a nuestras iglesias vecinas.

En lugar de ver a la iglesia de la esquina como una rival deberíamos considerarla como una compañera en el ministerio. Hace muchos años, presté servicio en el ejército de los Estados Unidos, y en cierta ocasión, me destinaron a una base naval junto a marineros y personal de la armada estadounidenses. Cada rama del ejército tiene su propia cultura, uniformes, rangos, insignias, armas, tácticas y enfoques para lograr la misión compartida de defender la nación a la que sirve. A pesar de sus diferencias, forman una coalición contra un adversario común. Esto nos ilustra de manera contundente las diversas expresiones de la iglesia.

¿Cómo se llevaría a cabo este tipo de cooperación y colaboración en la práctica? En cierta ocasión, nos dimos cuenta de un refugio para familias desplazadas, todas tratando de sobrevivir y mantener sus hogares con grandes dificultades. [Pronto nos dimos a la tarea de] hablar con el director del centro y supimos que tenían necesidad de comidas adicionales. A pesar de nuestros recursos limitados como iglesia pequeña, nos comprometimos a proveer una comida semanal a cada residente del centro. Luego, un colega pastoral de una prominente congregación Cuadrangular se enteró de nuestro trabajo y ofreció ayudarnos financieramente. Más adelante, debido a que el centro estaba más cerca de su iglesia, finalmente le cedimos el programa por completo a ellos.

También [conozco] una iglesia bautista del sur cercana que dirige un ministerio para marineros internacionales —cientos de pescadores comerciales de otros países llegan a nuestra ciudad a descargar pescado, pero no pueden salir del recinto vallado. Como nuestra iglesia no cuenta con los recursos para apoyar un ministerio de esta magnitud de manera continua como lo hace la iglesia anfitriona, organizamos una fiesta navideña para todos. Colocamos una carpa, repartimos comida, tenemos entretenimiento y le compramos un regalo a cada pescador. Este esfuerzo único y manejable es de gran ayuda tanto para los pescadores como para nuestros amigos bautistas, porque ayudamos a aligerar significativamente su carga.

Con frecuencia, hemos sido testigos de esfuerzos de ayuda en zonas afectadas por desastres, donde las iglesias se unen para llevar suministros de emergencia, refugio y consuelo a las comunidades en crisis. Ciertamente, en tiempos de necesidad, el cuerpo de Cristo debe dejar a un lado sus disputas doctrinales para encarnar colectivamente la compasión de Jesús por el mundo. ¿Por qué esperar por un desastre natural para unir nuestros esfuerzos con otros seguidores de Cristo? Más bien, deberíamos buscar oportunidades, grandes o pequeñas, para colaborar y unir fuerzas cuando podamos sin comprometer nuestros principios.

Más allá de nuestros esfuerzos de colaboración con otras iglesias, también hay amplias oportunidades para ministrar eficazmente a nuestras comunidades a través de ministerios paraeclesiásticos e incluso organizaciones seculares que se alinean con los valores de la Iglesia de Dios de la Profecía. Organizaciones como Samaritan’s Purse brindan oportunidades para servir y dar de formas que demuestran el amor de Cristo de manera tangible. Otra organización es el Habitat for Humanity, donde el fallecido expresidente estadounidense Jimmy Carter fue uno de sus voluntarios más notables, donde personas de diferentes creencias cristianas pueden servir. Una pregunta desafiante para todos es esta: ¿Deben nuestros esfuerzos voluntarios y demostraciones de amor al prójimo incluir el nombre de una iglesia o el nombre de Jesús en el título para reflejar verdaderamente su naturaleza y carácter?

Un buen punto de partida para todos nosotros es mostrarle al mundo que nos rodea que nos amamos los unos a los otros. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Quizás la mejor forma de testificar a nuestros vecinos sea a través de nuestro ejemplo de unidad y trabajo con otros creyentes para encarnar el amor de Jesús.

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