La justicia social y la gran comisión

Las dos caras de la misma misión

Cuando Jesús les entregó a Sus seguidores la gran comisión —“…Id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19)—, no solo los llamó a proclamar las buenas nuevas de salvación, sino también a encarnar el reino de Dios de manera visible. Para los pentecostales, la gran comisión siempre ha estado estrechamente ligada al poder del Espíritu Santo. Hechos 1:8 nos recuerda que el Espíritu empodera a los creyentes para que sean testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra. Pero este testimonio va más allá de la predicación; incluye demostrar el amor, la justicia y la compasión que caracterizan a Cristo.

La justicia social, en su esencia más profunda, manifiesta los valores del reino de la equidad, la misericordia y la protección de los marginados. En lugar de ser una distracción para el evangelismo, es una forma de expresarlo. Los pentecostales contemporáneos están redescubriendo que la misión impulsada por el Espíritu debe atender tanto a las almas como a los sistemas, a la gente y a las estructuras, a la salvación y a la justicia.

Jesús anunció y estableció el reino

El ministerio de Jesús es el fundamento del compromiso pentecostal con la justicia social. En Lucas 4:18 y 19, Jesús declaró Su misión: “…dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos…” Esto no es una metáfora, sino una proclamación total de que el reino de Dios estaba irrumpiendo en la historia humana.

La teología pentecostal sostiene que el ministerio de Jesús continúa a través de la iglesia llena del Espíritu. Anunciamos a Cristo, crucificado y resucitado, y al mismo tiempo, ponemos en práctica Su compromiso hacia los oprimidos, enfermos, pobres y marginados. La gran comisión no consiste únicamente en bautizar a los conversos, sino en discipularlos para que muestren la compasión de Jesús de un modo visible.

El poder del Espíritu y la preocupación social

A partir de los avivamientos de la Escuela Shearer y la Calle Azuza, el movimiento pentecostal ha proclamado que el bautismo en el Espíritu Santo empodera a los creyentes para la misión. Los testimonios iniciales no solo hablan de milagros y conversiones, sino de una comunidad radical que desafió las barreras raciales y sociales. A.J. Tomlinson, William Seymour y otros pioneros del movimiento pentecostal visualizaron una vida en el Espíritu donde el bautismo del Espíritu provocaría un amor por todas las barreras de división.

Este poder del Espíritu nos impulsa a salir. La misión pentecostal no es solo una proclamación verbal, sino una demostración activa a través de nuestras acciones. Alimentar a los hambrientos, defender a los oprimidos, cuidar a huérfanos y viudas, no son acciones opcionales, sino respuestas al amor de Dios inspiradas por el Espíritu. La justicia es parte de la misión porque encarna el testimonio del Espíritu en el mundo.

La gran comisión y el gran mandamiento

La gran comisión debe leerse a la par con el gran mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios …[y] a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). El discipulado pentecostal se niega a disociar estas dos cosas. El evangelismo sin amor es una retórica fría; la acción social sin el evangelio pierde la perspectiva del reino. Pero cuando van a la par, reflejan el corazón de Dios.

Por ejemplo, establecer bancos de comida, dirigir programas de ayuda para los adictos o defender a los refugiados, no son distracciones del ministerio “real”. Esto es hacer ministerio. Son formas de proclamar que el reino de Dios está irrumpiendo en el mundo, tanto a través de la salvación en Cristo como mediante obras de justicia para los oprimidos.

Una misión global para un mundo quebrantado

Los pentecostales tienen una posición privilegiada para que influyan en la conversación global sobre la justicia. [Sin duda], con iglesias en casi todas las naciones, los pentecostales conocen de primera mano los problemas como la pobreza, la persecución, la corrupción y la desigualdad. En muchas regiones, ellos son los primeros que responden a las necesidades de la comunidad —organizan ayuda humanitaria, distribuyen alimentos y defienden la paz.

Esta perspectiva global nos recuerda que la gran comisión no se lleva a cabo en un entorno aislado. El discipulado debe considerar las luchas reales que viven las personas. Capacitar a los creyentes en la obediencia a Cristo incluye discipularlos para que vivan con rectitud, promuevan la paz y cuiden de los más vulnerables.

Desafíos y oportunidades

Los pentecostales en ocasiones tienen dificultad para entender el papel de la justicia social [y el evangelio]. Por un lado, algunos piensan que la labor de la justicia social es una distracción para el evangelismo. Otros creen que al unirse a causas sociales corrompe la pureza del evangelio. Sin embargo, la perspectiva de la teología pentecostal es clara: el Espíritu Santo integra la palabra y la acción, el poder y la compasión.

La oportunidad que nosotros tenemos por delante es recuperar la visión radical que tuvieron los primeros pentecostales, quienes no solo esperaban que el Espíritu transformara a las personas, sino también a las comunidades. [Entiéndase] que la justicia y la evangelización no son dos misiones separadas, sino un solo testimonio del reino de Dios impulsado por el Espíritu.

Un llamado a ser testigos del Espíritu

La justicia social no es un apéndice político de la fe pentecostal; es una parte integral de la misión de Dios. La gran comisión nos manda a hacer discípulos, y el verdadero discipulado transforma a las personas para que amen a Dios y a su prójimo, sobre todo a los más vulnerables, los extraviados y los marginados.

En un mundo aún fragmentado por la pobreza, el racismo, la violencia y la desigualdad, los pentecostales estamos llamados a ser testigos llenos del Espíritu. Esto significa predicar el evangelio con denuedo y servir a los pobres con compasión, anunciando la salvación de Cristo y practicando Su justicia.

En nuestra misión de cumplir con la gran comisión en el poder del Espíritu, no solo anunciemos el reino, también practiquemos sus obras. Y con ello, le mostramos al mundo la plenitud de las buenas nuevas: que Jesús salva, sana, libera y trae justicia.

 

La imagen de arriba muestra a la Iglesia de Dios de la Profecía en la Conferencia de Jóvenes 2025 en Nepal distribuyendo Biblias.

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