Embajadores en la misión

Este artículo marca el inicio de una nueva columna que Comunicaciones Mundiales publicará a lo largo del año. Su objetivo es capacitar a los pastores y líderes con herramientas bíblicas, recursos prácticos y estrategias guiadas por el Espíritu para abordar cuestiones culturales contemporáneas.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente al autor y se presentan con el fin de fomentar el diálogo y la reflexión. No representan la posición teológica oficial de la Iglesia de Dios de la Profecía ni del Mensajero Ala Blanca.

La iglesia actual atraviesa un clima cultural marcado por la turbulencia y la tensión. Temas como el género, la sexualidad, el aborto, la inmigración, la cultura digital, el racismo, el consumismo, la salud mental y el pluralismo, por mencionar solo algunos, acaparan los titulares y estos debates están teniendo un profundo impacto en las comunidades religiosas en todo el mundo. Estos no son debates abstractos, sino luchas profundamente personales que enfrentan las personas que están en nuestras iglesias.

Sin embargo, muchos pastores y líderes admiten que cada vez les cuesta más abordar estos temas, y algunos se sienten tentados a callarse por miedo a ser malinterpretados o que los critiquen públicamente. Otros reaccionan con indignación contra la cultura, generando distanciamiento en lugar de reconciliación. Pero ni el miedo ni la indignación reflejan la misión que nos fue confiada a nosotros como pueblo de Dios.

Pablo nos recuerda en 2 Corintios 5:18-21 que Dios “nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”. Más adelante dice: “somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros”. Los embajadores no se alejan, ni tampoco declaran guerra en contra de aquellos a quienes son enviados. Más bien, llegan a tierras extranjeras con valentía, llevando consigo el mensaje de su soberano con gracia y verdad.

Este es el llamado de la iglesia hoy. Somos los embajadores de Cristo, comisionados por el Rey, empoderados por el Espíritu y enviados a llevar el ministerio de la reconciliación.

La reconciliación es la misión principal

En el corazón mismo de nuestra misión como
embajadores está la reconciliación. Dios no está distante de Su creación. Aunque el pecado a destrozado el mundo, la misión de Dios (missio Dei) siempre ha estado en marcha para atraer a Sus hijos hacia Él.

Esto es puramente pentecostal. El Espíritu Santo que fue derramado en Pentecostés vino para empoderar a los creyentes para dar testimonio, y no únicamente para que experimentaran una adoración poderosa. Las lenguas de fuego simbolizaron un evangelio que trasciende las barreras culturales, destinado a “todas las naciones bajo el cielo” (Hechos 2:5). Estar lleno del Espíritu significa ser enviados por el Espíritu.

Desde esta perspectiva, la imagen que Pablo tiene de sí mismo como embajador adquiere un nuevo y poderoso significado. En el mundo romano, los embajadores eran enviados con una misión urgente. Actuaban exclusivamente en nombre de su soberano y no regresaban hasta que se alcanzara el objetivo.[1] Esa es la imagen de la iglesia. Somos un pueblo enviado, que lleva el mensaje de la reconciliación hasta que Cristo venga o nos llame a Su presencia.

Confusión cultural: un mundo en busca de identidad

Vivimos en un mundo convulso e inquieto. En su libro “Extraño nuevo mundo”, el erudito en Biblia Carl Trueman dice: “La cultura moderna está obsesionado con preguntas sobre la identidad: ‘¿Quién soy?’ y ‘¿A dónde pertenezco?”’[2] Sin Cristo, el ser humano se apresura a buscar respuestas a estas preguntas a través de la sexualidad, la política, el consumismo y la autoexpresión, pero descubren que solo conduce a la frustración y al desespero.

Esta confusión no debería sorprendernos. El pecado desorienta y ciega a la gente para que no vean a su Creador, y sin duda, distorsiona la imagen de Dios. Pero es aquí donde la iglesia tiene la responsabilidad de combatir el temor. Con frecuencia, evitamos los temas de la identidad de género, la sexualidad y la salud mental por temor —temor de comprometer los principios de Dios, de ser malinterpretados como tolerantes con el pecado o de no saber qué decir. Pero la Escritura nos recuerda que “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). El amor nos impulsa a compartir la verdad con compasión, centrados en la promesa de reconciliación que ofrece el evangelio.

La postura del embajador

Entonces, ¿cómo deben participar los pastores y líderes? Mark Yarhouse describe el papel del embajador cultural como una persona que debe tener “civilidad con convicción y un corazón compasivo”.3 Cada palabra aquí es vital:

  • Convicción: Nuestra base es la Palabra inmutable de Dios. La Biblia sigue siendo nuestra brújula, nuestro “verdadero norte”. La Biblia permanece inalterable aunque las corrientes culturales cambien. Sin una fe inquebrantable, corremos el riesgo de ser moldeados por la cultura en lugar de transformarla con el evangelio de Cristo.
  • Civilidad: No participamos con arrogancia, sino con humildad. Pablo dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). La capacidad de reconocer nuestra imperfección humana nos impide sentirnos moralmente superiores.
  • Compasión: No debemos ver a las personas como “problemas” que resolver, sino como al- mas que Dios ama. Debemos afrontar la realidad del dolor ajeno y responder con la compasión de Cristo.

Jesús fue ejemplo de este equilibrio entre la verdad y la gracia. Sin rodeos, decía las verdades más duras, pero era infinitamente misericordioso con los pecadores. Los embajadores de la cultura deben entender que la convicción sin compasión es dureza, y la compasión sin convicción es simple transigencia. Solo el Espíritu puede unir estas dos virtudes.

Estrategias prácticas para la interacción cultural

Ser embajador es un llamado sublime, pero con una dimensión sumamente práctica. Los pastores y líderes pueden encarnar esta misión mediante diversas acciones impulsadas por el Espíritu:

  1. Fortalecer su convicción: conocer sus creencias La interacción cultural comienza con una teología clara y definida. Debemos conocer bien las Escrituras e investigar fuentes fiables. Si carecemos de un buen conocimiento bíblico, corremos el riesgo de repetir frases vacías en lugar de ofrecer la Palabra viva. Estudie la Palabra de Dios con diligencia, busque la guía del Espíritu y aproveche la sabiduría de teólogos fidedignos.
  2. Comprender los tiempos: Mantenerse informado Los embajadores de la cultura deben aprender el idioma y las costumbres del país anfitrión. Asimismo, deben mantenerse informados sobre las tendencias culturales y los problemas locales. Como dice Stetzer, “tenemos que estudiar la cultura como embajadores para poder mostrar y compartir el evangelio de manera eficaz”.[4] Esto no es capitulación, sino contextualización para la misión.
  3. Compromiso en oración: Los diálogos culturales no son neutrales. Son campos de batalla espirituales. El enemigo “como león rugiente, anda alrededor…” (1 Pedro 5:8), buscando devorar. Por lo tanto, la oración es vital; nos une al Espíritu de Dios y disipa el temor. Antes de interactuar con la cultura, doble rodillas en oración. Pida dirección al Espíritu para que le guíe y le dé sabiduría.
  4. Haga preguntas: Para ministrar, conectar o enseñar, comience con preguntas reflexivas en lugar de afirmaciones, ya que las preguntas disipan la hostilidad e invitan al diálogo. Las preguntas ayudan a descubrir las perspectivas de las personas y exponen a menudo las inconsistencias sin necesidad de una confrontación directa. Jesús mismo usó preguntas a menudo para suscitar la fe y revelar lo que había en el corazón.
  5. Reconocer que tenemos la misma necesidad: No se acerque a los demás desde una posición de superioridad moral. Tanto usted como la persona a la que se dirige son pecadores que necesitan gracia. La humildad elimina barreras y fomenta la confianza.
  6. Reconocer nuestra humanidad compartida Debemos enfocar los problemas a la luz de la fragilidad universal. El pecado no está confinado a un solo grupo, sino que afecta a toda la humanidad. Si mostramos las dificultades culturales como parte de la fragilidad humana, evitamos la estigmatización y enfatizamos nuestra necesidad compartida de un Salvador.
  7. Mantener el evangelio en el centro: Los argumentos no pueden redimir; solo el evangelio puede hacerlo. Pablo dijo que Dios “nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). El evangelio no es un tema más entre muchos, sino el fundamento de toda conversación.
  8. Liderar con amor: El amor es la marca distintiva de un embajador. La autora Rebecca McLaughlin nos exhorta a luchar “con el arma que Dios nos ha dado: un amor sacrificial e incansable”. El amor es lo que abre puertas, ablanda los corazones y señala el amor de Cristo. El amor es lo que abre puertas, enternece los corazones y muestra el amor de Cristo.

Embajadores empoderados por el Espíritu

El enfoque pentecostal para ser un embajador de la cultura se caracteriza por la convicción de que el mismo Espíritu que levantó a Cristo de los muertos habita en nosotros (Romanos 8:11). El Espíritu no es un complemento, sino el motor principal de toda misión.

El movimiento pentecostal desde sus inicios se propagó con rapidez porque creía que el Espíritu capacita a los creyentes para dar testimonio en todas las culturas. Ese mismo Espíritu nos sigue capacitando a los creyentes hoy en día. Nos infunde valor en medio del temor, sabiduría en la incertidumbre y compasión en la insensibilidad.

[Sin duda], las conversaciones sobre temas culturales casi nunca son fáciles. Requieren paciencia, discernimiento y resiliencia. Pero el Espíritu Santo nos capacita para perseverar con fortaleza y pasión, encarnando a Cristo en lo que decimos y en lo que hacemos.

Fieles hasta que Él venga

Vivimos en una era nueva, caótica y desconocida; pero no hay lugar para la desesperanza. Es el momento de fortalecer nuestra identidad como pueblo del Espíritu, elegidos para este tiempo, enviados a una misión y empoderados para reconciliar [al mundo].

Pastores y líderes, no estamos en guerra con la cultura, ni nos estamos rindiendo ante ella. Somos embajadores enviados a ella. Somos ciudadanos y representantes del reino celestial, a quienes se nos ha confiado Su evangelio.

Así que, ármense de valor. Aprendan el lenguaje de la cultura. Hagan preguntas reflexivas. Lideren con amor. Confíen en el Espíritu que les da poder para la obra. Y, sobre todo, mantengan el evangelio en el centro.

El mundo anhela embajadores que representen al Rey con fidelidad hasta que Él vuelva otra vez. ¡[Ayúdanos Señor] a ser hallados fieles!

 

Las fotos compartidas fueron tomadas en la Cumbre de Líderes 2025 de la Iglesia de Dios de la Profecía en Centroamérica.

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[1] Ed Stetzer, Christians in the Age of Outrage: How to Bring Our Best When the World Is at Its Worst (Carol Stream, IL: Tyndale Momentum, 2018), 170.

[2] Carl R. Trueman, Strange New World: How Thinkers and Activists Redefined Identity and Sparked the Sexual Revolution (Wheaton, IL: Crossway, 2021), 186, 187.

[3] Mark Yarhouse, Talking to Kids About Gender Identity: A Roadmap for Christian Compassion, Civility, and Conviction (Minneapolis, MN: Bethany House Publishers, 2023), 27.

[4] Stetzer, Christians in Age of Outrage, 177.

[5] Rebecca McLaughlin, The Secular Creed: Engaging Five Contemporary Claims (Austin, TX: The Gospel Coalition, 2021), 107.

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