De todo lo que Dios anhela para nosotros, sus hijos, lo que más desea es que simplemente lleguemos a conocerlo. De todos los grandes misterios, verdades, planes y anhelos de su corazón, él desea que encontremos toda nuestra satisfacción, alegría y propósito en nuestra relación con él. Jeremías 9:23-24 describe este profundo deseo en el corazón de Dios. La Biblia dice:“Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada —afirma el Señor—”.
¿Qué mayor conocimiento hay que el conocimiento de Dios? ¿Qué mayor búsqueda existe que conocer el corazón de nuestro Creador, el Dios que dio su vida para estar disponible para nosotros? Tú y yo podemos conocer a Dios de maneras más profundas y transformadoras de las que podemos llegar a conocer a cualquier otra persona.
El Salmo 46:10 es un poderoso e increíble mandato del Señor. Nuestro Padre celestial nos dice: “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios”. En un mundo forjado por el caos agitado de múltiples tareas, Dios nos dice: “Quédense quietos y simplemente conózcanme”. En un mundo fundado en los principios de ganar y recibir, Dios tiene una invitación abierta ante nosotros para que lo conozcamos sin ningún mérito propio. Podemos conocer a Dios simplemente porque él desea ser conocido. Podemos conocer a Dios simplemente porque él nos ama en este momento, tal como somos.
Más que cualquier trabajo de nuestras manos o cualquier don que pueda colocar dentro de nosotros, Dios desea que lo conozcamos. Muy a menudo nos encontramos atrapados en las obras del reino y olvidamos que nuestro principal propósito en la vida es simplemente que Dios nos disfrute y que nosotros lo disfrutemos a él. Esta vida, por encima de cualquier otra cosa, se trata de tener una relación con Dios, de encontrar continuamente el corazón de nuestro Padre celestial, y muchas veces vivimos sin él.
Más allá de todo lo que conocemos, que lleguemos a conocer a Dios mismo lo mejor que podamos. De todo el conocimiento y la sabiduría que podemos obtener de la Biblia, que nuestro mayor objetivo sea tener un conocimiento verdadero e íntimo de su Autor. De todas las obras increíbles que se nos presentan, que podamos conocer al Dios a quien servimos. Y al final de nuestros días, que nuestras vidas hayan estado marcadas principalmente por una relación verdadera, apasionada e íntima con nuestro Padre celestial.
Volver a centrar nuestras vidas en torno a la relación con Dios es un proceso en el cual Dios tiene total paciencia y gracia. Él sabe que solo centrarás tu vida en lo que principalmente disfrutas. Él sabe que le lleva tiempo convertirse en tu principal alegría. Pero este es definitivamente el proceso más elevado y más importante que puedas buscar. Cuando él se convierte en tu alegría principal, todos los demás aspectos de la vida encuentran su lugar apropiado. Cuando él se convierta en tu alegría principal, tus emociones ya no estarán sujetas a las cosas volubles y fugaces del mundo, sino que se basarán en la naturaleza inquebrantable e inmutable de tu Padre celestial. Que hoy puedas ofrecerle todo tu corazón a Dios para que puedas disfrutarlo plenamente. Que su amor y su presencia sean los cimientos de tu vida, y que busques tener una relación con él por encima de todo.