El hecho de que Dios nos escucha como a sus hijos cambia el panorama de la oración, y ésta pasa de ser un par de frases vacías pronunciadas al abismo, a una comunicación directa con el Creador y el Sustentador de todo. Cuando oras eres escuchado por tu Padre celestial y es porque él nos escucha. La oración es una de las vías más maravillosas y poderosas para buscarlo. Es mi deseo que aprendamos a dialogar de maneras cada vez mejores con nuestro Padre celestial, a medida que abrimos nuestros corazones a todo lo que nos mostrará hoy acerca de la oración.
Mateo 6:7-8 dice: “Y al orar, no hablen solo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus muchas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan”. Jesús inauguró una perspectiva completamente nueva sobre la oración. Antes de Jesús el pueblo de Dios oraba por obligación, como un ritual, rogando a un Dios aparentemente distante que actuara a su favor. Jesús enseñó que Dios conoce nuestras necesidades incluso antes de que se las digamos. Él enseñó que Dios es un buen Padre que anhela responder a las necesidades de sus hijos. En Juan 15:7, él dijo: “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá”. El deseo de Dios es responder favorablemente a nuestras oraciones. Él siempre tiene en mente lo mejor para nosotros y anhela satisfacer los deseos de nuestros corazones.
La clave para una comunicación efectiva con Dios es primero confiar en que él es un buen Padre que escucha y anhela responder las oraciones de sus hijos. Después de obtener la perspectiva adecuada, necesitamos pasar un tiempo significativo para que Dios nos llene con los deseos que tiene para nosotros, haciendo que nuestros corazones sean un reflejo del suyo. Dios no te dará lo que sabe que no es lo mejor. Más bien, él desea llenarte con el deseo de lo que es mejor para ti, y luego satisfacer ese deseo de maneras magníficas y milagrosas mientras oras.
Jeremías 33:3 dice: “Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes”. Cuando llames a tu Padre celestial, confía en que Él te responderá. Él anhela llenarte con el conocimiento y el deseo de su voluntad. Él anhela hablar contigo. Puedes tener su corazón y saber qué es lo que siente. El Espíritu Santo que mora en ti anhela revelarte los planes perfectos de tu Padre celestial.
Tendremos una sabiduría increíble con solo el hecho de tener un estilo de vida de oración. Que sus palabras te guíen a una conexión más profunda con tu Padre celestial: Los hombres que más han hecho por Dios en este mundo, han estado temprano de rodillas. Aquel que desperdicia la madrugada, su oportunidad y su frescura en otras búsquedas diferentes a la búsqueda de Dios, no tendrá buenos resultados buscándolo durante el resto del día. Si Dios no es el primero en nuestros pensamientos y esfuerzos en la mañana, estará en el último lugar el resto del día. Pasa un tiempo en oración escuchando el latido del corazón de Dios y permitiéndole que te llene con el conocimiento de su voluntad.